martes, 5 de febrero de 2013

P: PARTE 1


Mi nombre es P. Soy un chico relativamente común, me gusta el fútbol, juntarme con mis amigos a tomar una buena cerveza, ver películas. Soy alto, delgado, con un sistema inmune un tato deficiente a veces, vivo resfriado. Soy un chico universitario, tranquilo, y quizás hasta podría decir que pocas cosas relevantes me han pasado en estos 24 años que llevo acá. 

Y aunque nadie me crea, ésta fue mi mejor historia.

Ella es imposible de definir. Se apareció en la escalera un día, mientras yo bajaba desde mi departamento para ir a la facultad. Por lo general yo uso siempre el ascensor, pero ese día estaba la luz cortada. Vivo en un 7mo piso. Es complicado subir, pero bajar siempre es más fácil… Crucé mientras bajaba a mi vecino del B, que intentaba subir con su pobre y enclaustrado can, crucé al portero que también subía, y a ella. No la había visto nunca en el edificio…
Mientras yo bajaba ella subía, y no pude evitar mirarla, tenía la mirada un tanto apagada. En mi apuro por no llegar tarde, iba concentrado, y hasta abstraído de lo que pasaba. Y en el momento que apareció me asusté,  casi la tiro escaleras abajo. Le pedí perdón, a lo que ella sólo contestó con una sonrisa forzada.
Cuando volví al edificio después de clases, la luz había vuelto, y me di cuenta de que no había hablado con ella. Quería escucharla, saber cómo se llamaba, en qué piso vivía, quería saber por qué nunca la había visto, y quizás hasta podíamos llegar a juntarnos para tomar unos mates.
Pasó una semana más o menos, y todavía no la había vuelto a cruzar. Cada vez que bajaba de mi departamento para ir al kiosco o al supermercado, pensaba en la posibilidad de verla. Tal vez entrando con sus bolsas de compras, con algún perrito que tuviera, pensaba en cómo saludarla, cómo comenzar una charla de la que pudiera sacarle algo de información.
Un sábado a la noche, mis amigos no me llamaron para juntarnos como solíamos hacer. Así que decidí bajar a buscar alguna película, tal vez unas hamburguesas y unos panes. Y con un sentimiento raro de “esperanza por verla pero con pocas posibilidades” bajé por la escalera.
Otra vez me asustó. Pero como ya tenía toda la charla que mil veces había practicado, le dije un efusivo:- Hola!
Como si la conociera de toda la vida. Ella me miró otra vez con unos ojos enormes, muy negros y apagados. Y siguió subiendo. Me quedé parado sin entender. Y pensé en qué habría hecho mal. Pensé lo clásico: tenía mal aliento? Me había olvidado de poner desodorante? No..
Decidí que siempre iba a usar la escalera....


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