#4 EHDT: seducida
Desde que HG decidió partir, pasaron mil cosas. Conoció nuevos lugares, probó nuevas comidas, conoció nueva gente, y entre esa nueva gente conoció algunos chicos. Y algunos de esos chicos le sirvieron para olvidar un poco más al Chico del Bar.
A HG la seducen los chocolates, los helados, las papas fritas. Pasar por Pharmacity y ver que hay ofertas 2x1, la seduce la ropa, los zapatos, el maquillaje, las joyas caras. La seducen las peluquerías y las tiendas de mascotas.
Y también la seducen los hombres de traje de las 8 de la mañana.
Peor es que a HG le hable uno.
Recordemos que HG es una chica veinteañera, que disfruta de los placeres clásicos que disfrutaría cualquier mujer, y sueña con las cosas que soñaría cualquier chica de su edad. Este hombre de traje no sería el primero, y una nueva oportunidad de disfrutar este pequeño placer se le presentaba.
El hombre de traje es perfecto, el amor imposible de toda chica. A HG nada le impide jugar con la peligrosa idea de encontrarlo alguna vez fuera de sus sueños.
EHDT parecía completamente imposible… si lo viéramos en la calle, lo primero que observaríamos sería su boca, ya que posee la clásica sonrisa ladeada de modelo publicitario. Tiene también esa mirada típica de hombre seductor, que dice “podría desnudarte ahora mismo, pero dejémoslo para más adelante”, o “no sabés lo que puedo hacerte…”. Tiene facciones marcadas, muy masculinas, postura desafiante, y lo más atractivo de todo: aires de mujeriego, chico malo. EHDT es un seductor nato.
EHDT…imposible???? No. EHDT era tan débil como ella, y nada le impidió poseer ese cuerpo joven, ni siquiera el hecho de estar casado.
Cómo fue que HG llegó a EHDT? Muy simple, muy clásico. HG iba apurada caminando hacia la facultad. Fue en octubre, a la mañana, hora pico para los Hombres de Traje como él. Ella cruzó una calle, él también, pero en sentido opuesto. Ella lo miró a los ojos, él hizo lo mismo. Ella cruzó, Caminó un par de pasos, y se frenó frente a una vidriera, a “ver algo”. Él también cruzó hacia su vereda, se dio vuelta y la vio parada mirando la vidriera. Entonces no pudo más que volver a hablarle. Le pidió su número, quedaron para encontrarse.
HG no teme que un hombre como él fuera un psicópata asesino que quisiera matarla, descuartizarla y dejarla tirada en un campito. Y EHDT definitivamente no lo fue.
Y fue así cómo quedaron. Él la invitó a su casa. Lujoso departamento, hermosos sillones, muy buen gusto en la decoración, todo muy pulcro y ordenado. Pocos vestigios de que una mujer vivía allí, seguramente no tendrían hijos. La hizo pasar a una sala de estar, charlaron, le invitó una copa de vino, y cuando menos se dio cuenta, ella estaba arriba de él, besándolo como si fuera lo más normal, como si fuera algo de todos los días.
Él la levantó, y la llevó hacia su habitación. La tiró suavemente sobre la cama (enorme cama por cierto), con la autoridad suficiente para que ella se diera cuenta de que en territorio de él se haría lo que él quisiera. Y ella se entregó a los deseos de él.
Él impuso que ella se desvistiera, y la miró mientras lo hacía. Él impuso que ella se le acercara, y no quedó un milímetro de su piel sin ser besado ni tocado. Él logró descubrir sus puntos más débiles, y crear esa húmeda atmósfera en la que se hundiría, para llegar a extasiarla, y luego tomar de ella el efímero goce de haberla tenido, por una sola noche.
HG vio una vez más un amanecer melancólicamente vacío. Vió sus ojos frívolos. Vió sus dedos largos, vió el humo de un cigarrillo, un montón de ropa tirada en el suelo, una sábana que la enroscaba. Se vistió y se fue, sabiendo que ese era el comienzo de algo que ella llevaba en su naturaleza, pero que acababa de descubrir.
By Michael Parkes |
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